Esta semana, el Senado está programado para debatir la legislación inmigratoria, y una vez más los Dreamers en todo el país estarán en ascuas hasta que el voto final sea emitido.
Desde que Donald Trump creó esta crisis al cancelar DACA, a más de 19,000 jóvenes que crecieron en Estados Uidos les ha sido imposible trabajar y cuidar de sus familias, con el agravante del miedo a la deportación.
Al mismo tiempo, los Dreamers mayores —que injustamente fueron excluidos de DACA debido al arbirtario límite de edad— están siendo deportados. Tal como los beneficiarios de DACA, ellos llegaron a este país cuando eran niños, crecieron como estadounidenses y están siendo separados de sus familias por la fuerza, tres o más décadas después.
Seamos claros: cuando decimos que los Dreamers “perderán estatus” o que los Dreamers están siendo deportados, estamos hablando de cientos de miles de jóvenes que han vivido aquí casi toda su vida, algunos de los cuales tienen hijos estadounidenses.
El estatus de DACA —este simple documento oficial— es mucho más que una tarjeta de plástico o un pedazo de papel. Es una llave que abre una vida llena de oportunidades. Donald Trump ha tratado de minimizar las consecuencias de la crisis que él mismo creó en septiembre al sugerir que el Congreso podría tomar cartas en el asunto y arreglarla después. Parece que no entiende, o no le importa, que el hecho de perder DACA significa perder no sólo una forma de estabilidad y seguridad, sino también perder empleos, autos, casas, la posibilidad de cuidar de la familia, así como planear para el futuro.
A continuación explicamos algunas de las cosas que los Dreamers perderán si el Congresio no aprueba una legislación.
Viviendas
De acuerdo con Zillow y el Center for American Progress, unos 123,000 Dreamers compraron casa tras obtener DACA. Ese es apenas 16% del total de Dreamers con estatus de DACA. Los Dreamers propietarios de casa pagan unos $380 millones al año en impuestos a la propiedad a sus comunidades. En Texas y California, las contribuciones por impuestos a la propiedad de los Dreamers son suficientes para cubrir los salarios de 1,500 profesores de primaria en cada estado por un año.
En Texas, Diego Corzo tiene no sólo una, sino seis casas, las cuales renta. Cuando recibió DACA por vez primera hace casi seis años, en todo lo que pensaba era en comprar una casa. Trabajaba como programador para la General Motors en Austin y tuvo que esperar un año para hacerse de crédito.
Con un préstamo hipotecario de $160,000 compró su primera casa. Tres años después, adquirió la segunda. El resto fue mucho más rápido. El año pasado, contrató a su primer empleado para que le ayudara a administrar sus propiedades.
Pero el estatus de DACA que protege a Diego expira en 2019. Le dijo a CNN Money: “Sin trabajo, me será imposible pagar mi hipoteca, y mi casa se irá a ejecución hipotecaria”.
Otro Dreamer entrevistado para esa nota, Julián, compró terreno en Arkansas y construyó una casa ahí. “Puede ser que los Dreamers seamos una gota en el océano”, dijo, “pero estamos haciendo nuestra parte como propietarios de casa para estimular la economía”.
Sin el Dream Act, los propietarios inmigrantes como Diego y Julián serán incapaces de pagar sus hipotecas. Se verán obligados a vender o transferir su parte del Sueño Americano —una casa por la cual trabajaron duro—, y los expertos dicen que los precios de las viviendas podrían desestabilizarse.
Negocios
Zaid es dueño de una cafetería en Kansas City. Brook es cofundador de una plataforma en línea que ayuda a los Dreamers con sus solicitudes y renovaciones. Ramiro es un emprendedor cuya compañía de transmisión en vivo, Riivet, que recientemente pasó de ser un programa de aceleración de tecnología a tener una docena de clientes constants. Sin DACA y sin la presencia legal, sin la protección de la deportación y sin la posibilidad de trabajar legalmente que todo esto conlleva, esos emprendedores no serán capaces ya de encabezar pequeños negocios que le dan poder a Estados Unidos. El Center for American Progress encontró que 8% de los beneficiarios de DACA de 25 años y mayores han abierto negocios tras recibir su estatus.
Dijo Ramiro: “Si no hubiera tenido DACA, habría tenido problemas incluso para abrir una cuenta bancaria, y ni siquiera pensar en abrir un negocio o emplear a otra gente”.
Ramiro también es cofundador de Code the Dream, una organización sin fines de lucro que ayuda a los inmigrantes al proveerles capacitación en programación y desarrollo de web. Code the Dream tiene apoyo de Google y ha capacitado a estudiantes que se han convertido en desarrolladores de software de tiempo completo y aspirantes a ser empresarios. Ramiro comentó sobre los Dreamers que han iniciado negocios: “Ellos no son los únicos que se beneficiarán, sino toda la comunidad. Una marea alta alza todos los barcos”.
Empleos y enseñanza
Hay unos 20,000 maestros en Estados Unidos que tienen DACA, y en cuanto empeicen a perder ese estatus, los niños y los alones de clase podrían también resentir el impacto del rechazo a actuar por parte de Donald Trump y los republicanos del Congreso.
Yehimi creció en Atlanta y podía ver la escuela local desde la ventana de su cuarto. Ella nació en Morelia, en el estado de Michoacán, México, que era golpeado duramente por la guerra contra las drogas. Fue traída a Estados Unidos cuando era una niña, fue a esa escuela y obtuvo un título en arte. Ahora da clases en su alma mater.
Ella respondió a USA Today: “Ese ha sido siempre mi sueño, regresar y dar clases aquí. Esta es una comunidad en la que crecí, esto es a lo que yo llamo hogar”.
Un reciente estudio del Economic Policy Institute encontró que a las escuelas públicas ya les hacen falta unos 327,000 maestros. Y Teach for America, un programa de capacitación para maestros que trabaja en comunidades en desventaja, emplea a 100 maestros Dreamers que dan clases a 10,000 estudiantes en 11 estados, con otros 88 Dreamers que son alumnos.
Los expertos han dejado en claro que las escuelas alrededor del país no pueden permitirse el lujo de perder 20,000 maestros que ya no estarán enseñando si no tienen DACA. Viridiana Carrizales, de Teach for America, dijo: “Cada vez que un estudiante pierde a un maestro, es una interrupción en su enseñanza”.
Muchos maestros beneficiarios de DACA dan clases en comunidades llenas de inmigrantes donde sus estudiantes saben que ellos mismos son Dreamers y que provienen de familias indocumentadas o con estatus mixto. Esto puede inspirar a estudiantes al ver a alguien que es indocumentado como ellos en una posición de liderazgo: “Ha sido importante tener a nuestros maestros con estatus de DACA en nuestros salones de clase, porque nuestros jóvenes estudiantes indocumentados se pueden ahora ver a sí mismos como maestros”, dijo Viridiana.
Por otra parte, eso significa que los estudiantes también entienden lo que podría pasar a sus maestros si la legislación sobre los Dreamers no es aprobada. “Esto es algo muy real para ellos”, dijo Yehimi. “Están realmente sorprendidos de que yo pudiera ser apartada del salón de esa manera”.
Familia e hijos
Los Dreamers son padres también, y como otros padres inmigrantes, se arriesgan a ser separados de sus hijos y de sus familias si son deportados. Esto es especialmente cierto para los “Dreamers mayores”, aquellos que no calificaron para obtener DACA y que actualmente no están protegidos, pero que han vivido en Estados Unidos durante décadas y calificarían para el Dream Act si el Congreso llegara a aprobarlo. En diciembre, Fabiola Hernández, una mamá de Ohio de tres ciudadanos estadounidenses, entre los cuales está una hija con parálisis cerebral, fue deportada tras una redada silenciosa y enviada a la “tierra sin ley que es Nuevo Laredo”. Fabiola no calificó para DACA, pero habría sido elegible para estatus legal, una vía a la ciudadanía y una manera de permanecer con su familia con base en el Dream Act más amplio.
De manera similar, durante el fin de semana de la celebración de Martin Luther King, Jr, un padre de tres que vivía en Detroit, Jorge García, fue deportado a pesar de haber vivido en Estados Unidos durante 30 años. Jorge fue traído a este país cuando tenía 10 años y ha pasado toda su vida adulta aquí. Era muy grande para calificar para DACA, pero le habría sido permitido quedarse con base en el Dream Act. Dado que el Congreso nunca aprobó el Dream Act o una legislación similar, a Jorge nunca se le permitió ajustar su estatus legal, a pesar de las tres décadas que vivió en Estados Unidos y de estar casado con una esposa ciudadana estadounidense. Las historias de deportación y separación de Fabiola y Jorge son inquietantes recordatorios de lo que puede pasar a los Dreamers —tanto a quienes actualmente están protegidos por DACA, como aquellos que nunca calificaron— si la legislación no es aprobada. La esposa de Jorge García, Cynthia, dijo sobre su casa ahora que él se ha ido: “Está vacía. La casa está completamente vacía”.