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Lecciones no aprendidas

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11/05/10 a 9:36am por Maribel Hastings

WASHINGTON, D.C. – El movimiento ultraconservador del Tea Party cobró una víctima con la derrota del senador de Utah, Bob Bennett, en la primaria republicana de ese estado el sábado.

Los dos republicanos que se enfrentarán por la nominación al escaño que Bennett ocupa desde 1993 son el empresario Tim Bridgewater (apoyado por el líder de los Minutemen, Jim Gilchrist), y el abogado Mike Lee.

Lee es apoyado por los amotinados del Tea Party que aparte de hacer mucho ruido, han prometido remover mediante el voto a políticos de ambos partidos que no promuevan su agenda.

Bennett, un conservador, fue acusado de ser demasiado ‘moderado’ por su apoyo al rescate financiero de Wall Street, y por querer colaborar con los demócratas en otros asuntos. Bennett, por ejemplo, votó a favor de avanzar el plan de reforma migratoria que fracasó en el Senado en el verano de 2007.

Claro está, Bennett no fue sólo víctima del Tea Party sino de una confluencia de factores incluyendo el complicado sistema de primarias de Utah con delegados más conservadores que el resto del estado.

Pero hay otros ejemplos del impacto de los ultraconservadores en diversas contiendas. En Arizona, el senador republicano John McCain lucha por sobrevivir la primaria de agosto ante el ex congresista J.D. Hayworth, otro recalcitrante favorito del Tea Party. McCain se ha apartado todavía más de la reforma migratoria integral que antes defendió.

En Florida, el gobernador republicano Charlie Crist, optó por contender como independiente para evitar una primaria contra el republicano cubanoamericano Marco Rubio por el escaño senatorial que dejó vacante el año pasado el senador Mel Martínez. Rubio es favorito del Tea Party.

El sentimiento anti titular se asemeja al que se vivió en 1994, y hay otras similitudes: un presidente demócrata joven y todavía popular; un Partido Demócrata en control del Congreso; un Partido Republicano apelando al descontento de la población y movilizando a su base como hizo Newt Gingrich con el llamado “Contrato con América”.

En 1994 se aprobó la Proposición 187 en California que denegaba a los indocumentados acceso a educación, cuidado médico y otros servicios sociales. Ahora la ley SB 1070 de Arizona enmarca este ciclo electoral.

Con el ‘Contrato con América’ los republicanos desplazaron a los demócratas del control del Congreso con consecuencias sobre la agenda del presidente demócrata Bill Clinton quien gobernó más allá del centro para conseguir la aprobación de medidas en el Congreso y terminamos en 1996 con dos de las reformas más restrictivas que se hayan visto: la del sistema de asistencia pública o welfare, y la de inmigración, cuyas secuelas todavía se sienten.

Dieciséis años más tarde hay lecciones que no parecen ser aprendidas.

Los republicanos no parecen querer sacudirse la imagen de anti latinos y anti inmigrantes que un ala de esa colectividad cultiva con ahínco. Los avances de George W. Bush entre los votantes latinos han sido deshechos, y el liderazgo no parece interesado en recuperar el apoyo de los votantes hispanos. Incluso los republicanos que en el pasado apoyaron la reforma migratoria han optado por apelar a la base ultraconservadora que de todos modos no los apoya por considerarlos ‘moderados’.

Los demócratas, aunque contaron con el apoyo del voto hispano en la pasada elección general y controlan ambas cámaras del Congreso y la Casa Blanca, siguen brindando las mismas excusas para la falta de acción en el tema migratorio y durmiendo en sus laureles.

De momento, parecen no tener problemas porque los republicanos han seguido cavando solitos su tumba política con los latinos.

Pero la idea de que los demócratas responden a las necesidades de la comunidad latina, sobre todo en el tema migratorio, tiene que sostenerse en acciones reales y no sólo en promesas.

Como probó 1994, nadie tiene las mayorías y el control asegurados y recuperarlos puede tomar años.

Maribel Hastings es Asesora Ejecutiva y Analista de America’s Voice