Que una figura de talla internacional como el cantante español Alejandro Sanz haya dedicado su premio como Persona del Año a los 800,000 Dreamers durante la entrega de los Premios Latin Grammy en Las Vegas anoche, encierra un significado que rebasa lo político o lo meramente simbólico: entra en la esfera de los verdaderos compromisos humanos en función de una causa por demás urgente de defender en todos los frentes.
Es tanta la energía que ha acarreado la lucha de los Dreamers durante los últimos años, que ha sido imposible no verla, palparla, sentirla, asumirla y amarla como una las gestas históricas más importantes de los últimos tiempos en Estados Unidos.
Es como una muestra más de compromiso histórico que esta nación tendrá que agradecer en algún momento por mantenerla viva, vibrante y sobre todo acompañada en su actual declive moral y político.
En efecto, como lo demostraron los unánimes aplausos de los asistentes a la ceremonia de los Latin Grammy —que atestiguaron los millones de televidentes que siguieron la transmisión a través de la cadena Univision—, los Dreamers constituyen la generación migratoria que se ha enraizado en los anales de la historia de esta nación, pero sobre todo en la historia personal de todos a quienes ha tocado, directa o indirectamente, ya sea para defenderla o defenestrarla.
Al paso del tiempo, por supuesto, a cada quien le tocará su dosis de reconocimiento o de condena. La historia, en ese sentido, no perdona.
Por lo pronto, su proyección nacional e internacional ha convertido a los Dreamers en punta de lanza de las nuevas formas de lucha contra un régimen que se ha empeñado en atacarlos y literalmente desaparecerlos del mapa demográfico del que ya forman parte desde hace demasiados años, así los rechace el nativismo rancio que aún vocifera violentamente contra una realidad que le estalla en el rostro.
Por ello, el reconocimiento a su lucha y a su presencia en este país que hizo el cantante Alejandro Sanz se suma al eco urgente de no dejarlos caer en ningún momento. Dijo el cantante, tras criticar las políticas antiinmigrantes del actual gobierno: “Ellos viven en este país desde hace muchos años y aun así están todavía en una situación ilegal. Son los Dreamers, y esos niños son nuesros niños, de nuestra comunidad”.
El abrazo en el que se fundió en el escenario con el grupo de 30 Dreamers tras cantar “Corazón partío”, uno de sus más memorables éxitos en el inicio de su carrera como cantante, fue el sello de un compromiso multilateral, avalado en este caso por el mundo de la indsutria musical en español, que no se puede, no se debe, romper.
Hacen falta más abrazos así. Quizá el Congreso deba ir tomando nota y agilizar los brazos para cuando llegue el momento adecuado en diciembre.