El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define resiliencia como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos. Una persona resiliente tiene fortaleza, resistencia y la capacidad de enfrentar lo que venga, como lo hace la comunidad indocumentada en Estados Unidos.
Ya arrancó el compás de espera por el fallo de la Corte Suprema que determinará si entran o no en vigor la Acción Diferida para Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes (DAPA) y la Acción Diferida ampliada para los Llegados en la Infancia (DACA plus). Son acciones ejecutivas que protegerían de la deportación y concederían permisos de trabajo a unos cinco millones de indocumentados.
Se anticipa un dictamen a fines de junio, y la pregunta obligada es qué pasaría si el fallo es adverso a la comunidad indocumentada y, si fuera favorable, qué pasaría si en noviembre resulta electo un presidente republicano que busque revocar las acciones ejecutivas migratorias.
La respuesta es sencilla: esos indocumentados y sus familias seguirán en pie de lucha como hasta ahora a pesar de los golpes, ataques y decepciones que han sufrido en los últimos años.
Ha sido a punta de pruebas que la comunidad indocumentada ha encontrado su voz y su espacio. Su mano de obra es esencial, pagan impuestos, tienen hijos ciudadanos, mismos que se han tornado en sus principales defensores, y además tienen de su lado a un movimiento pro reforma migratoria que ha afinado estrategias para presentar un frente común ante una lucha de décadas.
Mientras se concreta la solución permanente que supone una reforma migratoria amplia, si algo ha sufrido la comunidad indocumentada son constantes decepciones y amenazas.
En 2009 vio desvanecerse la posibilidad de que se concretara la reforma migratoria que prometió Barack Obama como aspirante presidencial en 2008, y cuando los demócratas controlaban ambas cámaras del Congreso. Vio además recrudecerse las deportaciones de padres y madres de familia, y sólo tras una cruenta batalla la administración ha priorizado las remociones de quienes verdaderamente supongan una amenaza al país, aunque el proceso no siempre funcione adecuadamente.
Ante la falta de una reforma migratoria amplia, los estados gobernados por republicanos comenzaron a impulsar leyes antiinmigrantes. Sobresalen la SB 1070 de Arizona en 2010 y la HB 56 de Alabama en 2011. Fui testigo, particularmente en Alabama, del terror que la HB 56 generó en la comunidad con madres indocumentadas temerosas de salir de sus hogares a comprar comida para sus hijos ciudadanos o de llevarlos al médico estando enfermos por temor a ser detenidas. Vi padres indocumentados con más de 20 años viviendo en Estados Unidos despedirse a diario de sus hijos ciudadanos como si fuera la última vez que se verían porque, de hecho, era una posibilidad real.
Fue a golpe de protestas y presión que se consiguió en 2012 la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, DACA original, que ha beneficiado a cientos de miles de los llamados DREAMers, punta de lanza de la lucha pro reforma.
En 2013 la comunidad indocumentada y sus familiares ciudadanos y residentes permanentes presenciaron la aprobación de un plan de reforma migratoria amplia en el Senado federal y luego lo vieron desvanecerse ante la inacción de una Cámara Baja de mayoría republicana.
En 2014 vieron el anuncio de las acciones ejecutivas migratorias que no han podido entrar en vigor ante la demanda interpuesta por gobernadores y procuradores republicanos.
En el presente ciclo electoral 2016, de nueva cuenta, la comunidad indocumentada e inmigrante en general se ha convertido en piñata de políticos republicanos oportunistas que irónicamente con sus ataques los están movilizando. No pueden votar pero tienen hijos, familiares, conocidos y aliados que sí lo harán recordando los malos tratos y vejámenes.
Junio y noviembre serán definitorios para las esperanzas de los indocumentados y sus familias. Las buenas noticias serían más una excepción que la regla. Pero pase lo que pase, esta comunidad resistente está más que lista para seguir peleando la buena batalla.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.