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La discusión sobre los inmigrantes y la inmigración está (prácticamente) terminada

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Y las fuerzas pro inmigrantes están ganando

Con toda seguridad, Donald Trump y Ted Cruz están tramando algo, dicen los infalibles expertos. Claramente, sus opiniones extremistas y su despiadada retórica en torno a los inmigrantes tocan una poderosa fibra del sentimiento público.

¿Podría ser que el apoyo que ellos están activando es sólo la punta del iceberg? ¿Es la gente más antiinmigrante de lo que se pensaba? ¿Su éxito en las primarias republicanas amenaza con traer una nueva era de contragolpe populista?

Como activista que ha estado en esto durante mucho tiempo, permítanme plantear que nosotros examinamos esto desde la perspectiva de un antes y un después.

Era el año 1994. La recesión se apoderó del país. El descontento con Washington, DC, era grande. La insurgencia política crecía, mientras la Revolución Gingrich se hacía del Congreso. En el frente migratorio, una célula terrorista ponía una bomba en el Centro Mundial de Comercio y mataba a cuatro neoyorquinos. La prensa estaba repleta de imágenes de inmigrantes corriendo a través de nuestra frontera sur. Los californianos aprobaban la Proposición 187, una medida encaminada a expulsar a los inmigrantes indocumentados del estado, por un margen de 59% a 41%.

En ese año, Pew Research Center planteó una pregunta que fue hecha por primera, pero no por última vez:

“Por favor dígame si la PRIMERA o la SEGUNDA afirmación se acerca a sus puntos de vista: ‘Los inmigrantes actualmente fortalecen a nuestro país gracias a su arduo trabajo y talentos’ O ‘Los inmigrantes actualmente son una carga para nuestro país porque nos quitan nuestros trabajos, viviendas y atención médica?’”

¿Los resultados? Casi dos terceras partes de los estadounidenses (63%) dijeron que los inmigrantes eran una carga; menos de una tercera parte (31%) respondieron que los inmigrantes fortalecían a Estados Unidos.

Recuerdo aquellos días, y no con cariño. El contragolpe hacia los inmigrantes y la inmigración fue intenso. “Programas noticiosos tipo revista” en la televisión azuzaron la indignación populista con segmentos parcializados, medios tradicionales informaban sobre el poder del más reciente y grandioso tema de batalla del Partido Republicano, mientras el relativamente nuevo formato de la radio de debate encontraba un nicho temático que inundó sus líneas telefónicas.

Pasemos a la actualidad. El año es 2016. Las preocupaciones económicas se apoderan del país. El descontento con Washington, D.C., es grande. La insurgencia política está en ascenso, con Trump y Cruz liderando a la manada. El amplio panorama de la prensa conservadora está plagado de bocones antiinmigrantes. Trump, el favorito republicano en la contienda, llama a los inmigrantes indocumentados de México violadores y traficantes de drogas, y promete perseguir a más de 11 millones de personas y forzarlas a que se vayan del país (deportación masiva). Cruz, su principal contrincante, dice que no se le dé nunca la legalización a los inmigrantes indocumentados, y que esa implacable aplicación de la ley, al paso del tiempo, orillará a la mayoría de los 11 millones a irse del país (autodeportación).

¿Pero qué hay con la opinión pública? ¿Esas opiniones de línea dura son reflejo de un pueblo que, como en 1994, vio a los inmigrantes como una carga y favorecía severas medidas de gran envergadura?

No del todo. Ayer, Pew dio a conocer sus más recientes hallazgos sobre la pregunta que se ha venido haciendo desde 1994. ¿Los resultados? 57% de los estadounidenses cree que los inmigrantes fortalecen a nuestro país, mientras 35% considera que son una carga.

¿Lo entienden? En las últimas dos décadas más o menos, la opinión en torno a los inmigrantes ha pasado de 63% -31% en contra a 57%-35% en favor. Eso es un cambio de un negativo 32% a un positivo 22%. Eso no ocurrió de la noche a la mañana, pero significa que a medida que los estadounidenses conocemos más a nuestros vecinos inmigrantes, mejor pensamos respecto a ellos.

Pew también ha venido haciendo otra pegunta de interés. Es una pregunta de políticas a aplicar que está en el centro del debate: ¿qué debería hacer el gobierno con los inmigrantes indocumentados que viven en Estados Unidos? ¿Debería permitírseles quedarse legalmente si cumplen ciertos requisitos o no?

¿Los resultados? El 74% de los votantes favorece la legalización, mientras que el 25% la rechaza.

Pew lo resume de esta manera:

“Mientras que una mayoría de republicanos registrados para votar dice que los inmigrantes son una carga para el país, una mayoría (57%) también dice que debería haber una manera de que los inmigrantes indocumentados que viven en la actualidad en el país se queden legalmente, si cumplen ciertos requisitos; un porcentaje menor (41%) dice que no se les debería permitir quedarse en el país legalmente. Entre los votantes demócratas, casi nueve de diez (88%) dicen que debería haber una vía al estatus legal para los inmigrantes indocumentados, mientras el 11% lo rechaza”.

¿Lo entienden? Por un margen de 3–2, los estadounidenses piensan que los inmigrantes fortalecen a nuestro país y por un margen de 3–1 quieren que a los indocumentados se les permita trabajar y vivir permanentemente en Estados Unidos. Incluso votantes del Partido Republicano favorecen la legalización por un margen de 3–2. (Y si cree que de algún modo Pew ha alterado los resultados, revise los más recientes hallazgos del Public Religion Research Institute. Con base en 42,000 entrevistas, obtuvo resultados similares, y algunos se inclinan aún más fuertemente en una dirección pro inmigrante.)

Sí, Trump y Cruz conocen a sus seguidores. Como lo refleja la encuesta de Pew, son los que más dicen que los inmigrantes son una carga y que no se les debería permitir legalizarse y que debería hacerse un esfuerzo por deportarlos.

Pero lo que es realmente notable es cómo la opinión pública se ha transformado en sólo dos décadas. En los 90, la gente era generalmente hostil hacia los inmigrantes y las reformas pro inmigrantes; en la actualidad, es mucho más hospitalaria con ambas.

¿Qué significa esto para el debate migratorio, tanto en este año electoral como en el futuro?

Significa que la legalización de los inmigrantes indocumentados en Estados Unidos es un asunto de cuándo se va a llevar a cabo, no de si se es posible hacerlo. Significa que los punteros republicanos están consintiendo a la base nativista que es una minoría dentro de una minoría. Significa que una vez que el nominado del Partido Republicano entre a la elección general, esas opiniones extremistas serán asombrosamente impopulares entre el electorado más amplio. Significa que mientras los republicanos permitan que los nativistas manejen a su antojo a su partido, perderán no solamente más votantes latinos y asiáticos, sino a otros, como a los jóvenes electores, mujeres de los suburbios y republicanos moderados.

Significa que el nominado demócrata se volcará hacia el tema como nunca antes, con grandes esperanzas de una participación electoral histórica en las comunidades afectadas, y sin miedo a perder votantes que él o ella nunca tuvieron. Significa que la decisión en junio de la Corte Suprema sobre si los 5 millones de indocumentados pueden obtener un indulto a sus deportaciones y lograr permisos de trabajo pondrá a prueba no solamente los méritos de este caso altamente politizado, sino la integridad de la propia Corte.

Significa que la discusión sobre los inmigrantes y la reforma migratoria está, en gran medida, terminada. La resistencia en la extrema derecha debería ser vista no como el esbozo de un nuevo movimiento, sino como la agonía de uno ya viejo. No se están acabando fácilmente, pero se van a acabar.

El columnista conservador Michael Gerson señala hoy en el Washington Post:

“Cuando en algún momento pierda Trump — como ciertamente ocurrirá en las primarias, en la convención o en la elección general — , el movimiento para restringir la inmigración quedará como un estereotipo de exclusión y fanatismo”.

Amén.