“Más rápido cae un hablador que un cojo”, dice el dicho popular. En el caso de Vicente Fox, ex presidente de México (2000-2006), su significado le acomoda muy bien, sobre todo después de, “humildemente”, haber ofrecido disculpas a Donald Trump, virtual candidato presidencial republicano, por todo lo que dijo de él en torno a la propuesta del magnate de, si gana la Casa Blanca, construir un muro en la frontera entre Estados Unidos y México y de deportar a los más de 11 millones de indocumentados, en su mayoría mexicanos, utilizando una Fuerza de Deportación.
“I´m not going to pay for that f… wall” (“No voy a pagar por ese p… muro”), expresó Fox en inglés durante una entrevista con Jorge Ramos en Al Punto, el programa dominical matutino de Univision, a finales de febrero de este año. Categórico, sin titubear, con una aparente valentía, el exmandatario mexicano agregó en esa ocasión: “He should pay for it. He´s got the money” (“Él debería pagarlo. Él tiene dinero”).
También en otra oportunidad lo llamó “narcisista”, “fanfarrón”, “perdedor”, “presumido”, “loco”, “ignorante”, y la que atrajo más la atención: “Falso profeta”.
No pasaron más que dos meses para que la que parecía una de las posiciones más firmes en contra del abanderado de la moderna xenofobia y antimexicanismo de Estados Unidos se desplomara igualmente durante una entrevista, esta vez con la conservadora cadena Breitbart News.
Fox, con ese desparpajo que le caracteriza, asumió una vez más su papel de “veleta política” para declarar: “Me disculpo. El perdón es una de las más grandes cualidades que tienen los seres humanos, es la cualidad de un líder compasivo. Tienes que ser humilde. Tienes que ser compasivo. Tienes que amar a tu vecino”.
En otra parte de la entrevista, añadió: “Sí, soy lo suficientemente humilde como lo debe ser un líder, un líder compasivo. Si te ofendí, lo siento. ¿Pero qué hay de la otra parte?”
Y no importa que el ex presidente haya querido atenuar su acobardada contradictoria posición actual invitando a Trump a conocer México, a ver el muro desde la otra parte o a hablar de negocios –como si Fox siguiera siendo el presidente de México y tuviera voz y voto en decisiones oficiales que ahora ya no le competen–, pues el efecto fue el mismo: el simbolismo de su cambio de actitud lo coloca en el lado de los que están dispuestos a hacer fila para formar parte del “besamanos” ante quien consideran ya no sólo como el seguro candidato presidencial republicano, sino como el próximo presidente de Estados Unidos.
Y Fox no está solo: en este país también ya se están reagrupando en su favor los cuadros de políticos republicanos que en otro momento atacaron al magnate, ya sea porque lo consideraban un “bocón” y un “payaso” o porque creían que una campaña animada por el racismo no iba a prosperar. Se equivocaron: la actitud de una nación fundada en el racismo, en el rechazo al otro, no desaparece de la noche a la mañana.
La pérdida de confianza en su liderazgo al poco tiempo de su gestión hizo de Vicente Fox una endeble figura en la moderna historia política de México, luego de que su imagen se había internacionalizado en el año 2000 tras su legítimo y contundente triunfo en las elecciones presidenciales de ese año, arrebatando la presidencia por la vía democrática al Partido Revolucionario Institucional (PRI), luego de que éste había detentado el poder por más de 70 años, estableciendo una especie de “dictadura perfecta”, como lo definió magistralmente en su momento el escritor Mario Vargas Llosa.
Ojalá que las otras figuras políticas oficiales de México que secundaron a Fox enfrentando con cierta valentía los epítetos antimexicanos de Trump no sigan su ejemplo, pues no sólo sería vergonzoso para la idiosincrasia nacional mexicana, sino que los colocaría en un descrédito absoluto ante su propia comunidad dentro y fuera del país.
Se supone que se han comprometido a defender a sus connacionales en situaciones de peligro, y vaya que esta etapa en la historia en Estados Unidos lo es: no ha habido una amenaza más directamente xenófoba contra una comunidad desde la Segunda Guerra Mundial.
No se rajen.