WASHINGTON, DC – Vergüenza ajena provocó el circo republicano en la Cámara de Representantes que cerró el viernes con broche de oro la sesión legislativa previa al receso de agosto, demostrando niveles sin precedentes de mezquindad, prejuicio y disfuncionalidad y desplegando la estrategia de extremismo y obstruccionismo que sigue llevando al Partido Republicano a la irrelevancia a nivel nacional.
La Cámara Baja retrasó su salida un día sólo con la intención de complacer al ala extremista del Partido del Té liderada desde el Senado por Ted Cruz, republicano de Texas, y retomar medidas que el jueves no avanzaron por no ser lo suficientemente nefastas. Al final, en vergonzosas votaciones, el organismo aprobó dos proyectos que no verán la luz del día: uno para “abordar” la emergencia fronteriza de menores centroamericanos, eliminando cualquier viso de humanidad y debido proceso de ley, con el único interés de repatriar niños en muchos casos a una muerte segura; y otro para desarticular el programa de Acción Diferida que protege a los DREAMers de la deportación e impedir que el presidente Barack Obama use su poder ejecutivo para ampliarlo y amparar a otros sectores de indocumentados. El Senado no los considerará y, aunque lo hiciera, el presidente Obama los vetaría.
El espectáculo no dejó lugar a dudas sobre quién controla el caucus cameral republicano y su discurso migratorio: extremistas como Michele Bachmann y Steve King, congresistas republicanos de Minnesota y Iowa, respectivamente. King incluso se jactó de que los cambios hechos a los proyectos fueron “los que desarrollé y por los que abogué por los pasados dos años… como si hubiese ordenado a la carta”.
Son los mismos extremistas que vociferan que hay que asegurar la frontera y encarar la actual emergencia, pero en lugar de resolverlo optan por un inútil ejercicio politiquero al cual se le ve la costura desde un avión.
¿Qué pretenden? Movilizar a su base a las urnas en las elecciones intermedias de noviembre. Los republicanos saben que, hasta ahora, la matemática y el mapa electoral les favorece en los comicios de 2014. Parece que mantendrán el control de la Cámara Baja y podrían aumentar sus escaños en el Senado, incluso con la posibilidad de arrebatarle la estrecha mayoría a los demócratas. Los republicanos tienden a votar más que los demócratas en elecciones intermedias. Además, los bajos índices de popularidad de Obama auguran que su partido sufrirá pérdidas, como históricamente ha ocurrido al partido del presidente de turno en los comicios de medio tiempo de 1994, 2002 y 2010.
Tan embelesados están los republicanos ante ese prospecto que no recuerdan el pasado ni planifican para el futuro.
Olvidaron la paliza de 2012, cuando su nominado presidencial, Mitt Romney, propuso la autodeportación y la promesa de vetar el DREAM Act como plataforma migratoria y obtuvo sólo 27% del voto latino. El Partido Republicano se autoevaluó y concluyó que “debemos defender y apoyar una reforma migratoria amplia” y agregó que “si los hispanos creen que no los queremos aquí no prestarán atención a ninguna de nuestras políticas públicas”. Lo saben, pero no pueden controlar sus instintos.
Creen que sólo con su base de anglosajones pueden ganar la Casa Blanca. Pero requieren de los votos de latinos, asiáticos, mujeres, independientes. En 2012 ni siquiera el 60% del voto anglosajón que obtuvo Romney lo ayudó a ganar la elección. Y si en 2016 los demócratas nominan un candidato o una candidata que apele a ese voto anglosajón y lo divida ―una Hillary Clinton, por ejemplo―, peores las posibilidades republicanas de competir efectivamente por la Casa Blanca.
Un análisis de la firma encuestadora Latino Decisions señala que los latinos culpan a los republicanos por la falta de una reforma migratoria por un margen de 3 a 1. Sus intentos de desarticular DACA, un plan popular entre los hispanos, tampoco los ayuda.
Una vez más los republicanos colocan el voto latino en bandeja de plata a los demócratas. Obama tiene las cartas para usar su poder ejecutivo y ampliar DACA para amparar de la deportación a millones de inmigrantes mientras se dan las condiciones propicias para avanzar una solución permanente. Y debe garantizar que se mantengan las protecciones legales y humanitarias para que los menores centroamericanos obtengan alivio.
Obama y los demócratas no están libres de pecado. De una parte, su gobierno también ha abogado por la deportación exprés de los menores. De otra, aunque el extremismo republicano le cae a los demócratas como anillo al dedo y se llenan la boca para señalar que los republicanos quieren deportar a 11 millones, quien ya inició la gestión fue Obama deportando a más de dos millones.
Para los demócratas es tentador seguir sacando millaje político (y fondos de campaña) del extremismo republicano, pero la emergencia fronteriza y la crisis interna de millones que viven en las sombras son reales y requieren solución. Obama debe ampliar DACA. Ayudará a millones de inmigrantes y a sus familiares ciudadanos. Movilizará a su base este 2014 pero especialmente en 2016, y sellará de una vez y por todas el trato con el voto latino para beneficio de su partido y de su legado.
La pelota vuelve a estar en la cancha de Obama.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice