El joven rostro de los asistentes de varios legisladores republicanos visitados era literalmente de asombro: frente a ellos estaba un recipiente de comida que en los últimos días se puso de moda, gracias a un tuit de Donald Trump. Era un “taco bowl” entregado de manos de grupos de activistas como respuesta directa a quienes se han aliado a la antiinmigrante candidatura presidencial del magnate.
Era para identificarlos precisamente como parte de la gente del Partido de Trump, que lo han respaldado en sus opiniones y que mantienen un apoyo irrestricto a su forma de interpretar la actual diversidad del país y del mundo que le rodean. Sin entenderla, claro, ni mucho menos aceptarla.
Pero su asombro ante tan sorpresiva visita subía de tono cuando se les explicaba el porqué se les ofrecía ese plato de comida, que precisamente Donald Trump había presumido días atrás presentándolo como un “taco bowl” –que por supuesto en nada se parece al tradicional taco— y con el que además, mediante una sonrisa más que siniestra en su tuit, aseguraba “amar” a los hispanos.
“Estamos aquí básicamente para hacerle entender al senador John Cornyn que recuerde que está apoyando a un candidato antiinmigrante que propone deportar a millones de familias que cosechan lo que come, que trabajan duro para sacar adelante a sus familias y que aportan con su esfuerzo al engrandecimiento del país”, decía Giev Kashkooli, vicepresidente de United Farm Workers, uno de los activistas participantes dentro de la oficina del senador por Texas.
A su lado también se encontraba el joven Eric Cruz López, de United We Dream, beneficiario de DACA, para respaldar las palabras de su acompañante: “Somos familias que hemos venido a trabajar, a buscar un mejor futuro, no le hacemos daño a nadie y tampoco somos lo que dice Donald Trump, que nos ha acusado de ser violadores, traficantes de drogas, delincuentes. Está completamente equivocado”.
Entregar ese recipiente con comida mal llamada “taco” tuvo un simbolismo muy especial para el joven Eric, quien al terminar su cometido en cada una de las entregas que hizo expresó: “Esto simboliza que Donald Trump no nos puede comprar el voto tan sólo porque dice comer ‘taco bowls’. Los inmigrantes son los que cosechan su comida, que no piense que ya lo queremos nada más porque come eso que los hispanos, en realidad, no comemos”.
Y este originario de Oaxaca que ahora vive en Connecticut –cuyos padres son indocumentados, pero que tiene un hermano también amparado en DACA y una hermanita ciudadana— señala que la reunión sostenida por Trump con los republicanos en Washington el jueves en la mañana “sella el ataúd del Partido Republicano, que siempre ha atacado a nuestra comunidad”.
Él, de hecho, no cree que el racismo haya renacido, sino que siempre ha existido, pero “ahora tiene una nueva cara, una más abierta con Donald Trump. Nosotros sabemos que el Partido Republicano ha sido racista, xenófobo y que nunca nos ha querido en este país, se ha opuesto a la reforma migratoria y a cualquier programa que ayude a la comunidad inmigrante y a los pobres. Eso lo sabemos. Pero ahora que está apoyando a Trump, le da una nueva cara al racismo en este país”.
Y así, con el eco de esas palabras por delante, también las oficinas de otros legisladores como David Valadao, Jeff Denham y Kevin McCarthy se llenaron no sólo de olor a comida, sino también de un mensaje que tal vez nunca escucharon tan cercano, aun cuando ninguno de ellos se encontraba.
Fue como darles “una sopa de su propio chocolate” con un antiinmigrante sabor a “taco bowl”.