24/08/09 a 7:24pm por Miguel Molina
Miguel Molina, Diario de un reportero
Nadie puede precisar cuándo se interrumpió la conversación nacional sobre reforma migratoria, aunque todos nos dimos cuenta tarde o temprano de que la atención y la tensión políticas se ocupaban de otras cosas.
El ejercicio de imaginar el país que los estadunidenses quieren y la compañía que están dispuestos a tolerar no fue muy lejos.
El debate –anunciado en la campaña y reiterado desde la Casa Blanca- se pospone para finales de año, y quién sabe si hasta más tarde, porque todos están muy ocupados en asuntos de salud y otras materias igualmente importantes. Pero eso es bueno.
Un debate político serio implica que la atención de todos, o de muchos, se concentre en un tema, lo debata, lo analice, lo piense, y que todos, o muchos, o pocos, hagan lo que tienen que hacer.
Como se ha señalado en America’s Voice, la naturaleza de temas como la reforma migratoria es tan delicada y afecta de la tal manera a la sociedad estadounidense que necesita voces serias en un análisis profundo, algo imposible para los políticos en esta hora de alharaca política y mezquindad ideológica.
Es difícil mantener la atención y el nivel de la discusión sobre la reforma migratoria mientras siguen pendientes temas como el sistema de salud, el rescate financiero, el cambio climático y la influenza porcina.
Desde lejos, uno se pregunta qué pasa. La gran conversación nacional sobre el sistema de salud que necesita el país se ha convertido en cosa de gritos y dimes y diretes, y se dicen mentiras que otros no dudarían en condenar si se dijeran en otras partes.
Como todos, uno piensa en amigos y familiares que viven allá, que nacieron allá, que han trabajado allá todas sus vidas y las han puesto en riesgo durante alguna guerra en nombre de un sistema.
Uno sabe que el sistema puede excluirlos porque no tienen suficiente dinero para mantenerse sanos durante mucho tiempo, y porque la salud dejó de ser cosa de médicos para convertirse en actividad de contadores.
Uno piensa que quienes recurren a la mentira, a la desinformación y al insulto para oponerse a cambios que pueden ser de vida o muerte para cuarenta millones de estadounidenses, no dudarán en usar las mismas armas para rechazar una reforma migratoria seria y significativa que ayude a extranjeros.
Y todos saben que la mentira puede causar más daño que las armas.
Miguel Molina es un periodista, escritor y columnista mexicano radicado en Londres, Inglaterra