Dice el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, congresista republicano de Wisconsin, que los republicanos deben seguir lo que les dicte su conciencia a la hora de decidir si apoyan o no al virtual nominado de su partido, Donald Trump.
No debe ser sencillo ser Paul Ryan en esta coyuntura electoral. El exaspirante vicepresidencial en 2012, junto a Mitt Romney, ha sido visto como la esperanza republicana. Un conservador pragmático que llegó a su puesto de presidente cameral no de manera voluntaria, sino casi obligado ante la salida de John Boehner.
El deber lo llamó entonces como lo hace ahora apoyando a Trump, a pesar de sus dudas, porque lo contrario, le dijo a Meet the Press, de la cadena NBC, le costaría la Casa Blanca a los republicanos.
“Siento una responsabilidad institucional como presidente de la Cámara de Representantes de no crear un abismo en medio de nuestro partido. Porque, ¿sabes qué haría eso? Eso definitivamente nos dejaría fuera de combate por la Casa Blanca”, le indicó Ryan al conductor de Meet the Press, Chuck Todd, sobre su decisión de apoyar a Trump.
Un Partido Republicano unido, según Ryan, supondrá que puedan ganar la Casa Blanca y mantener la mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Tras apoyar públicamente a Trump, apoyo que no piensa revocar, Ryan ha tenido que denunciar algunas de las posturas del virtual nominado republicano, incluyendo sus ataques racistas contra el juez federal Gonzalo Curiel y su llamado a impedir el ingreso de musulmanes a Estados Unidos para combatir el terrorismo.
Tras la masacre de Orlando, Trump incluso insinuó que el presidente Barack Obama de algún modo avala este tipo de barbarie.
Y como cada día trae una nueva sorpresa, los líderes republicanos han optado por no responder preguntas en torno a Trump e incluso no lo llaman por su nombre, refiriéndose a él como el nominado o el candidato.
Aunque restan cuatro meses para las elecciones generales, Trump le está dando enormes dolores de cabeza al Partido Republicano con una campaña poco tradicional y desorganizada. Según reportes de prensa, Trump ni siquiera ha completado las llamadas a donantes que le solicitó el presidente del Comité Nacional Republicano (RNC), Reince Priebus.
Asimismo, sigue llevando a cabo rallies en lugares seguros para los republicanos, como Texas, por ejemplo, y no aquellos estados péndulo donde tiene que cortejar a votantes fuera de su base anglosajona, incluyendo a latinos y mujeres, entre otros grupos.
Y a menos de un mes de la Convención Republicana en Cleveland, Ohio, todavía hay movimientos para tratar de sustituir a Trump como nominado republicano, tanto de parte de delegados como de grupos externos, aunque en este momento parece más un acto de desesperación que una movida realista. ¿Progresarán los llamados para una cláusula que permita que los delegados voten por el nominado según su conciencia?
Trump se ha vuelto el innombrable y su presencia incluso parece comenzar a ser tóxica para los esfuerzos republicanos de mantener su mayoría en el Senado.
El pánico de volver a perder la Casa Blanca, tras ocho años de dominio demócrata, y de perder el control del Congreso hace que los líderes republicanos como Ryan y el líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, se tapen la nariz y tomen la amarga medicina que supone Trump en este ciclo electoral, confiados en que ello ayudará al partido.
Creen erradamente que no nombrar al innombrable, como un acto de magia, borra de algún modo que ahora el GOP es el Partido de Trump.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.