Esta semana Hillary Rodham Clinton hará historia al convertirse en la primera mujer en ser nominada a la presidencia de Estados Unidos en un año electoral que también hará historia por ser uno de los más extraños jamás vistos recientemente.
Todos los sondeos dan una abrumadora ventaja a Clinton sobre el candidato republicano, Donald Trump, entre los votantes hispanos que a nadie sorprende, dada la excluyente y racista retórica y propuestas del bando republicano.
Pero Clinton y su compañero de fórmula, el senador y exgobernador de Virginia, Tim Kaine, si ganan, asumirán los asuntos pendientes del presidente Barack Obama, incluyendo la reforma migratoria.
La relación de Obama con la comunidad inmigrante y los grupos que abogan por ella ha tenido altas y bajas.
Obama no impulsó la prometida reforma migratoria cuando asumió la presidencia en 2009 y el Partido Demócrata controlaba ambas cámaras del Congreso. Su prioridad fue la reforma sanitaria y algunos de sus más cercanos asesores abogaron por retrasar la de inmigración pensando que sería tóxico para otros elementos de la agenda.
Pero en 2010 los demócratas pierden el control de la Cámara Baja y los republicanos no quisieron abordar el tema, incluso cuando en 2013 el Senado le envió un plan de reforma migratoria.
Asimismo, las deportaciones durante la presente administración se dispararon, superando los 2 millones, y aunque luego el gobierno de Obama giró directrices para garantizar que las repatriaciones se centren en verdaderos criminales, miles de familias han sido separadas.
Obama giró una orden ejecutiva en 2012, la original Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), que otorga protección temporal de la deportación y permisos de trabajo a miles de DREAMers. En 2014 giró órdenes para la ampliación de DACA y otra Acción Diferida para los Padres de Ciudadanos y Residentes Permanentes (DAPA). Las acciones fueron frenadas por una demanda interpuesta por gobernadores republicanos.
Sin duda, la reforma migratoria es uno de los asuntos que quedarán en el tintero de Obama.
Clinton ha prometido presentar un plan de reforma en los primeros 100 días de su gestión.
El tema fue central en la primera presentación de la mancuerna Clinton-Kaine en la Universidad Internacional de la Florida, en Miami. Clinton lo mencionó y Kaine lo reiteró en español al decir que impulsarán una reforma migratoria amplia “que incluya una vía a la ciudadanía”. Kaine votó por el plan de reforma migratoria, S. 744, que el Senado aprobó en 2013.
La historia de Clinton con inmigración también ha sido consistente, con uno que otro bache, a lo largo de su carrera como senadora entre 2001 y 2009, como aspirante a la nominación presidencial demócrata en 2008, y posteriormente.
En 2006 Clinton votó por un plan de reforma migratoria que avanzó en el Senado pero no se debatió en la Cámara Baja. Pero ese mismo año favoreció un proyecto de seguridad fronteriza criticado por grupos pro reforma. En 2007 Clinton votó por los intentos de avanzar un plan de reforma, y luego el DREAM Act.
En las primarias demócratas de 2008, Clinton apoyó la reforma migratoria, pero, contrario a Obama, no fijó marcos de tiempo. En 2007, en medio de un debate, Clinton ofreció una confusa respuesta sobre la propuesta de otorgar licencias a indocumentados en Nueva York que le valió críticas. Los mismos grupos condenaron sus declaraciones en 2014, tras salir de la Secretaría de Estado, de que los menores centroamericanos que cruzan la frontera solos deberían ser repatriados. Posteriormente defendió un proceso que permita a estos menores solicitar asilo desde sus países de origen.
Clinton defiende las acciones ejecutivas migratorias de Obama.
Si en enero de 2017 Clinton asume la presidencia y si las dos cámaras del Congreso siguen bajo control republicano, el reto para Clinton-Kaine será impulsar su agenda migratoria ante un Congreso republicano que se opone.
La promesa de reforma migratoria continúa sobre la mesa.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.