Hillary Clinton declaró la pasada semana que la mitad de los seguidores de Trump son “una canasta de deplorables” racistas, sexistas, homófobos, xenófobos, antitodo, particularmente antimusulmanes y antiinmigrantes.
De inmediato, se generó un furor por sus declaraciones, pues parece que los seguidores de Trump, que tanto se jactan de que su candidato es “auténtico” y no teme llamar a las cosas por su nombre, se ofenden si la crítica es en su contra.
¿Debió Clinton bajar al nivel de cloaca que caracteriza la campaña de Trump y el tono del candidato y de sus voceros? Me parece que no, pues sólo les da armas para decir lo que están diciendo: que la candidata demócrata insultó a los 13 millones de votantes que eligieron a Trump como su nominado.
Clinton, al final, se disculpó y dijo que no debió hacer el comentario. A lo que no se le prestó mucha atención es que Clinton también reconoció que el apoyo de un sector a Trump responde a que se sienten abandonados e ignorados por el sistema.
Y aunque insisto en que Clinton no debió hacer el comentario, me parece el colmo del cinismo y del descaro de parte de Trump y de sus voceros de hacerse los dignos cuando por más de un año el actual nominado se ha dedicado a insultar y a vejar a inmigrantes, mexicanos, mexicoamericanos, mujeres, afroamericanos, veteranos, discapacitados, musulmanes, y a decir barbaridades del presidente Barack Obama, incluyendo que no nació en Estados Unidos y que es el fundador del Estado Islámico. Y todavía no ha tenido la decencia de disculparse por nada de lo dicho.
Seamos realistas. ¿Han visto o escuchado lo que se dice en los mítines de Trump? El racismo, el sexismo, la violencia. Son encuentros de miedo. Trump, astutamente, apeló con su lenguaje y sus propuestas a ese sector desagradable de nuestra sociedad: los racistas, los que se enarbolan en la bandera de Estados Unidos y en nombre de un patriotismo de bolsillo, destilan rabia y odio racial. Los ha sacado de debajo de las piedras.
Son los que no se recuperan de que un afroamericano haya ganado la presidencia, no una sino dos veces. Los que han estado aguardando por su Mesías que llegó en la figura de Trump.
El asesor de asuntos de veteranos de Trump declaró en un programa radial durante la Convención Nacional Republicana que Clinton debería ser fusilada por su manejo del tema de Bengasi. En los mítines le piden que la encarcelen y profieren improperios contra ella e insultos raciales contra el presidente de Estados Unidos. Se comportan como una turba de odio.
Si vamos a llamar las cosas por su nombre, insisto en que Clinton no debió bajar al nivel de Trump, pero también reconozcamos que el candidato republicano apela a un sector racista, prejuicioso y xenófobo. La campaña de Trump se ha sostenido precisamente en el prejuicio y la falta de respeto y no se disculpa por ello.
Si tan orgullosos están de su campaña de prejuicio, entonces que la asuman.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.