Donald Trump ya afinó su estrategia para “ganarse” el voto latino, como asegura que lo hará si es el nominado republicano: revocar, si fuera electo presidente, las acciones ejecutivas migratorias, y la deportación de 11 millones de indocumentados, incluyendo a los DREAMers, y potencialmente a niños ciudadanos que tendrían que salir del país con sus padres.
Lo curioso es que en el 2012, Trump achacó la derrota del aspirante presidencial republicano, Mitt Romney, a haber promovido el concepto de autodeportación como plataforma migratoria. Entonces Trump declaró que Romney “tuvo una alocada política pública de autodeportación que era maníaca. Sonaba tan mal como era y perdió el voto latino, el voto asiático y a todos los que están inspirados a venir a este país”.
Pero ahora Trump parece ir más allá que Romney al afirmar que todos los indocumentados tienen que irse. Trump formuló las declaraciones en una entrevista con Chuck Todd, presentador de Meet the Press, de la cadena NBC. Como es un experto en las generalidades, Trump dijo que “mantendremos a las familias unidas, pero (los indocumentados) tienen que irse” (¿deportación masiva? ¿autodeportación?); insistió en que luego reingresarán “los buenos” de forma expedita; que México pagará por un muro en la frontera. Y cuando Todd le preguntó sobre sus figuras favoritas en el Senado, Trump nombró al senador republicano de Alabama, Jeff Sessions, una de las figuras más antiinmigrantes en el Partido Republicano.
Asimismo, emitió un documento sobre sus posturas migratorias, donde Trump aboga, entre otras cosas, por el fin de la ciudadanía estadounidense a los hijos nacidos en Estados Unidos de madres indocumentadas.
El empresario sigue siendo el favorito entre los votantes republicanos, según diversas encuestas, pero sin duda el fenómeno Trump tiene el potencial de afectar cualquier intento del Partido Republicano para atraer el voto latino en las elecciones generales.
Sondeo tras sondeo han demostrado que aunque los temas de interés para los electores hispanos son diversos, la inmigración es definitorio a la hora de decidir por quién votar.
Ya nadie se atreve a pronosticar qué pasará con Trump. Si se mantendrá al frente de las encuestas, si dirá algo que finalmente lo hunda, aunque ya ha ofendido a mexicanos, a inmigrantes, a veteranos y a mujeres y sigue comandando los sondeos.
Cuando Trump formula comentarios extremistas como el de deportar a millones de indocumentados (y potencialmente a sus hijos ciudadanos) pasa por alto el enorme costo económico de una propuesta de ese tipo, fluctuando entre los 300 mil y 600 mil millones de dólares, según diversos cálculos; la pesadilla logística que tomaría hasta 20 años; su costo humanitario: la división de familias y el golpe a la imagen de una nación de inmigrantes; y el azote a nuestra economía donde la mano de obra indocumentada mueve a diversas industrias. El empresario Trump debería saberlo.
Quizá Trump finalmente se desinfle. Quién sabe. Pero Trump infligirá daño al Partido Republicano así permanezca o desaparezca. Aunque falte año y medio para las elecciones generales, faltan escasos cuatro meses y medio para que arranquen las primarias y las asambleas, y en un campo de 17 precandidatos republicanos, la atención sigue puesta en Trump y en sus alocadas propuestas. Lo único que están escuchando los votantes latinos de parte de los republicanos es que Trump quiere deportar a millones, y eso incluye a familiares, amigos y conocidos de un amplio sector de electores hispanos.
Trump está ahuyentando al voto latino.
En el programa Face the Nation, el precandidato republicano, Lindsey Graham, lo explicó claramente: “El líder de nuestra contienda (Trump) está dando marcha atrás en materia migratoria y me parece que si no tenemos cuidado, nos llevará a todos con él”.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.