23/02/10 a 7:54am por Rafael Prieto Zartha
Después de haber permanecido aislado y prácticamente sepultado por la nieve que no paraba de caer en Washington, tengo la esperanza de que el clima cambie, sea más benigno, y para finales de marzo los cerezos que pueblan las avenidas de la capital florezcan.
Y es que faltan cuatro semanas para el domingo 21 de marzo, una fecha definitiva en el persistente objetivo de lograr una reforma migratoria integral en 2010.
Para ese día se ha programado la Marcha Por América, una manifestación en el corazón del Distrito de Columbia con el fin de presionar a los ocupantes del Capitolio y la Casa Blanca para que actúen en una legislación que legalice a los indocumentados y provea seguridad en las fronteras.
En esa fecha se necesita que reine la misma atmósfera de entusiasmo que acompañaba al líder Cesar Chávez en su saga andariega por los campos del país, cuando para reclamar derechos se rasgaban las guitarras y las voces de los activistas entonaban el estribillo “de colores se visten las flores en la primavera”.
O que se reviva el ambiente de júbilo de la primavera de 2006 cuando el país entero presenció el desfile interminable de camisetas blancas y el grito de “Sí Se Puede” de los inmigrantes que pedían la abrogación del proyecto de ley Sesenbrenner que criminalizaba a los indocumentados, incluyendo a los menores de edad.
El movimiento popular enterró la propuesta del congresista de Wisconsin, pero la causa de los inmigrantes sigue siendo una asignatura pendiente para los políticos de Washington.
Hasta ahora a los legisladores les ha faltado la valentía requerida para componer el ineficaz sistema migratorio actual y como los avestruces han evadido resolver un problema que mantiene en vilo a 12 millones de personas que carecen de estatus y permanecen en el limbo.
El escenario de la manifestación será la zona de monumentos de la capital, donde el mártir de los derechos civiles Martin Luther King pronunció hace casi 47 años su inolvidable discurso “Yo tengo un Sueño” durante una manifestación que se llamó Marcha por los Trabajos y la Libertad.
Ahora, medio siglo después, se busca aliviar la pesadilla de un sector de la sociedad al que se ha arrinconado y algunos pretenden despojarlo de cualquier derecho, de cualquier opción.
Una muestra de los alcances de la visión anti inmigrante fue la presentación la semana pasada en la Cámara de Representantes del proyecto de ley del congresista californiano Gary Miller que pretende despojar de la ciudadanía a los hijos de indocumentados nacidos en territorio estadounidense.
La propuesta viola la enmienda decimo cuarta de la Constitución y el principio de nacionalidad por territorio, pero no deja de ser uno de los antojos de los que detestan a los indocumentados.
No en balde el proyecto fue bautizado con el nombre en inglés de “leave” que en español tiene un tono de traducción a “lárguense” ustedes y sus vástagos.
En el ámbito de la comunidad latina, para nadie es un secreto que la vida de los inmigrantes se ha invadido de afugias por las medidas federales que han disparado los arrestos y las deportaciones, y por las iniciativas locales que buscan cerrarles el camino y aburrirlos para que se vayan.
De acuerdo con un informe del Centro de Política de Inmigración (IPC), durante el último lustro se han debatido en el país alrededor de 1,500 proyectos destinados a castigar la presencia de indocumentados en ciudades y condados de 35 estados.
El mismo reporte recuerda que el Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) busca a medio millón de indocumentados que tienen órdenes de deportación y que la mayoría de quienes han sido expulsados por los diversos programas de la agencia federal han sido personas sin antecedentes criminales.
Más que nunca es urgente que expresemos nuestro dolor en las calles y quienes somos votantes le digamos a los promeseros que es hora de que cumplan su palabra.