24/03/10 a 3:48pm por Rafael Prieto Zartha
La explanada de la zona de los monumentos en el corazón de Washington, la capital estadounidense, se colmó este domingo 21 de marzo con 200,000 personas, que ataviadas de blanco y portando banderas estadounidenses, abogaron por una reforma migratoria integral.
Pocos esperaban que la convocatoria a la llamada Marcha Por América tuviera una respuesta tan descomunal.
En el Distrito de Columbia el escepticismo reinaba días antes de la movilización, pese a que en el entorno de la comunidad inmigrante hispanohablante todos estaban enterados de la actividad.
La gente le decía a uno que había visto los anuncios en la televisión, que los había escuchado en la radio o que había leído sobre el tema en alguno de los periódicos semanales del área, los cuales dieron una amplia cobertura en anticipación al evento.
Pero debo confesar que estaba contagiado por los augurios pesimistas de quienes afirmaban que la marcha sería una triste golondrina que no anunciaría ningún cambio de temporada y menos el aliento de un porvenir para un proyecto de ley migratorio en un año de difíciles elecciones de medio termino para los integrantes de la Cámara de Representantes.
Creo que no le puse atención suficiente a las pistas que me estaba dando la providencia de lo que estaba por venir.
Una noche me encontré en el metro con un muchacho salvadoreño que lucía una camiseta azulgrana del Barcelona que dijo que su liga local de futbol había suspendido la fecha para acudir a la marcha.
En un autobús hablé con un trabajador mexicano que cocina en un restaurante francés cerca del Capitolio, quien me aseguró que todo el personal de su turno se había organizado para ir al National Mall.
La víspera de la marcha indagué a una abuela que caminaba con sus nietos cerca del área de Columbia Heights y me contestó colocándome en la solapa de mi saco dos calcomanías redondas de la Campaña Reforma Migratoria Pro América que sacó de su bolso. “Mañana estaré allá con la gente de mi iglesia”, me aseveró.
Esa misma noche supe que alrededor de mil autobuses de todos los rincones del país se dirigían a Washington con 55 pasajeros cada uno.
Llegué el domingo al Mall a las 9:30 de la mañana y el desfile de delegaciones para ingresar al parque ya había comenzado.
Durante las horas siguientes los inmigrantes y sus áulicos siguieron arribando con sus tambores, cánticos y pancartas.
“Paren las redadas”, “No más separación de familias”, decían algunos de los letreros.
Un mariachi procedente de Arizona tocó “El Son de la Negra” en medio de la algarabía generada por una multitud adornada con rostros de optimismo y de rabia por la incertidumbre de una solución a sus problemas.
En forma intermitente se escuchó la pregunta: “¿Que queremos?” Y el coro que respondía “justicia”… La interpelación “¿Cuándo?” y la respuesta inequívoca de “ahora”.
Por el podio pasaron los activistas de la reforma migratoria, los congresistas de la bancada hispana en la Cámara de Representantes, el senador Bob Menéndez y el presidente Barack Obama dirigió un mensaje pregrabado a los presentes.
Nuevamente el mandatario sostuvo el personal de la Casa Blanca trabaja desde hace meses por la reforma migratoria.
No obstante, los manifestantes salieron del parque gritando “Obama escucha, estamos en la lucha” y cuando pasaron por el Capitolio exclamaron “Congreso escucha, estamos en la lucha”.
Un activista me explicó la razón para el cántico franco y directo de los caminantes y sus hermanos ciudadanos: “lo que quieren es que les cumplan”.