¿Cuál Donald Trump asumirá la presidencia en enero? ¿El de la visión divisiva, prejuiciosa y fatalista que vendió en la campaña; o el que tomará decisiones más pragmáticas forzado por la realidad?
Una cosa es hacer campaña y otra es gobernar. Y sí, Trump llega a la Casa Blanca con la bendición de tener ambas cámaras bajo control republicano. Pero aun entre esos republicanos hay diversas posturas; y los demócratas, aunque debilitados, tampoco están pintados en la pared, así que todavía hay que buscar acuerdos.
Si de inmigración se trata, todo apunta a que Trump estaría suavizando al menos el lenguaje de algunas de sus propuestas. Pero una cosa es suavizar el lenguaje y otra muy diferente es qué tipo de política pública se aplicará.
Como candidato, Trump afirmó que habría deportaciones masivas; prometió levantar un muro en la frontera sur por el que México pagará; y también dijo que revocará las acciones ejecutivas migratorias, incluyendo la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que ha protegido a unos 700 mil Dreamers de la deportación.
A corto plazo, la preocupación central de muchos indocumentados y de sus familiares y aliados es precisamente qué ocurrirá con DACA. El temor, la confusión y la incertidumbre son enormes.
A mediano y largo plazos la pregunta es si Trump impulsará las medidas migratorias más extremas que esbozó en la campaña, defendidas por algunas de las figuras más antiinmigrantes que le asesoran, incluyendo el Secretario de Estado de Kansas, Kris Kobach, impulsor del concepto de autodeportación, y el senador republicano de Alabama, Jeff Sessions. Y ni qué decir de su asesor ejecutivo y estratega en jefe, Stephen Bannon, un antisemita que esboza ideas supremacistas.
En una entrevista con la cadena CBS el domingo, Trump aparenta suavizar algunas de las propuestas.
Declaró, por ejemplo, que planifica deportar o encarcelar 2 y hasta 3 millones de indocumentados con historial delictivo, “pandilleros, narcotraficantes”. “Luego de que la frontera esté segura haremos una determinación sobre la gente que ya está aquí, que son fantásticos… pero tomaremos una determinación sobre eso”, afirmó Trump refiriéndose a los indocumentados.
La interrogante es a quiénes considerará el gobierno de Trump como “criminales”.
El Centro de Política Migratoria (MPI) calcula que hay 690 mil indocumentados con condenas criminales o delitos agravados. Trump habla de dos y hasta de tres millones. ¿Quiénes caerán bajo la categoría de “criminales”?
Y sobre el muro, Trump ahora dice que algunas partes habrá construcción y en otras una verja.
Trump requerirá de un Congreso, que si bien está en manos republicanas, no quiere decir que será carta blanca para todas sus propuestas.
De hecho, el presidente de la Cámara Baja, Paul Ryan, dijo en CNN que durante la presidencia de Trump no habrá una fuerza de deportación.
El periodista Jake Tapper le mencionó a Ryan el temor que existe entre la comunidad inmigrante ante la posibilidad de que se inicien las deportaciones que Trump prometió.
“Debemos calmar a las personas porque ese no es nuestro enfoque. No estamos planificando erigir una fuerza de deportación. Donald Trump no está planificando eso”, aseguró Ryan.
El jefe de gabinete de Trump será Reince Priebus, hasta ahora el presidente del Comité Nacional Republicano (RNC), el mismo que comisionó la autopsia del Partido Republicano tras la derrota presidencial de 2012 y que concluyó que si el tema migratorio no se saca de la mesa, los latinos no escucharán nada más que tengan que decir los republicanos. ¿Pero a quién escuchará Trump? ¿A Priebus o a sus más cercanos antiinmigrantes?
Durante la campaña, Trump usó a los inmigrantes como chivos expiatorios para atizar a su base. La campaña ya pasó, pero el temor persiste, sobre todo entre niños que temen que sus padres sean deportados.
Resta por ver el curso que tomará la presidencia de Trump en materia migratoria: aterrorizar a toda una comunidad, o el pragmatismo que produce soluciones sensatas.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice.