08/06/10 a 8:06am por Rafael Prieto Zartha
El fuego de las velas que representan el brillo de la luz perpetua para que las almas descansen en paz por toda la eternidad se hizo presente el jueves pasado en la frontera entre Estados Unidos y México durante la vigilia en memoria del indocumentado Anastasio Hernández Rojas, quien falleció cuando se encontraba bajo custodia de la Patrulla Fronteriza.
Centenares de dolientes se congregaron a ambos lados de la línea divisoria de San Ysidro y Tijuana, y algunos colocaron los candiles de vidrio en la cerca metálica adyacente al lugar donde los testigos afirman que el inmigrante perdió el conocimiento después de ser sometido por la fuerza con macanas y recibir una descarga eléctrica en una pugna tenaz con agentes migratorios.
“Mi hijo no era un asesino y lo trataron peor que eso”, dijo María Rojas, la madre de Anastasio, en un atardecer en el que miles de automovilistas hicieron sonar las bocinas de sus vehículos en señal de respaldo a los participantes en la vigilia cuando estos cruzaron un puente peatonal gritando “justicia”.
Anastasio, un obrero de 42 años, padre de cinco hijos (todos ciudadanos americanos), que había vivido en Estados Unidos desde 1984, fue deportado a México por una infracción de tráfico.
El reencuentro con su mujer, María Puga, y con sus muchachos, lo truncó la brutal realidad de la inexistencia de un medio legal para regresar a su hogar y no ser capturado en el intento.
El activista Christian Ramírez, del Comité de Servicios de Amigos Americanos (AFSC), dijo a los medios de comunicación que Anastasio no habría fallecido si “Barack Obama hubiera cumplido su promesa de una reforma migratoria”.
Un informe preliminar de la Oficina del Forense del Condado de San Diego, California, catalogó la muerte de Anastasio Hernández como un homicidio. También el reporte indicó que se hallaron rastros de metanfetamina en el cuerpo del finado.
Para esclarecer los hechos que culminaron en la muerte cerebral de Anastasio, la seccional en Baja California de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México está solicitando la colaboración de las personas que presenciaron el episodio. Está pidiendo que aporten videos o fotografías que hayan captado el suceso con teléfonos celulares o cámaras digitales.
Ahora yo me pregunto, ¿es que la Patrulla Fronteriza no posee el video del incidente?
No me cabe en la cabeza que en la última década se hayan asignado miles de miles de millones de dólares a la protección fronteriza y que no existan cámaras de seguridad en el paso internacional más transitado del mundo.
Si el sistema no existe, definitivamente es una irresponsabilidad y el gobierno ha estado botando la plata que los contribuyentes hemos aportado para resguardar el país.
Desde hace años el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha estado presumiendo de los avances tecnológicos que ha instalado en la frontera, incluyendo radares, sensores y cámaras capaces de diferenciar entre gente y vacas a diez millas de distancia.
Un sistema de seguridad con monitor y cuatro cámaras puede adquirirse en internet, desde uno casero por 500 dólares hasta uno más sofisticado por tres mil dólares.
Imposible que en la llamada Puerta México por donde se deporta a los indocumentados que ingresan desde Tijuana no haya nada.
Increíble que el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP) no tuviera contemplado un sistema de video para proteger a los propios agentes de cualquier acción combativa de los arrestados: ¡Para auxiliarlos en caso de emergencia!
Si el sistema existe, ¿dónde está el video? Si no se grabó el incidente, ¿por qué se cometió esa falla? Si el incidente fue grabado, ¿por qué no se ha revelado?
En el trasfondo de la tragedia de la muerte de Anastasio también esa es la cuestión.