La repulsiva política de cero tolerancia que arranca a niños de sus madres y padres al ser detenidos sin documentos en la frontera, incluso algunos casos de personas que piden asilo, se hace más inmoral cuando el Secretario de Justicia, Jeff Sessions, intenta justificarla bíblicamente. Según su argumento, en Romanos 13 en el Nuevo Testamento se establece que las leyes del gobierno hay que obedecerlas “porque Dios ha establecido el gobierno para sus propósitos”. Romanos 13 dice que “sométase toda persona a las autoridades superiores porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”.
O sea, Dios, según Sessions, condona la separación de familias.
Sessions inmiscuye a Dios en las repugnantes políticas migratorias de este gobierno e interpreta los pasajes bíblicos a su conveniencia, pero deja de lado otros preceptos y enseñanzas. Fue el mismo Pablo en Romanos 12 quien hizo la siguiente convocatoria: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”. En el mismo Romanos 13 se menciona aquello de “amarás a tu prójimo como a tí mismo”.
O en El Viejo Testamento, Deuteronomio 10 nos manda a mostrar “amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto”.
Y dónde quedan las enseñanzas de compasión, bondad y humanidad o aquello de que las leyes de Dios superan las leyes de los hombres. Las leyes no siempre son perfectas ni justas. Por eso se emplea discreción en su aplicación y en este caso, separar a niños de sus padres, incluyendo bebés lactantes, es cruel e inhumano.
Pero como lo han hecho notar teólogos, religiosos de diversa denominación y analistas desde la desafortunada declaración de Sessions el jueves, no es la primera vez en la historia de Estados Unidos que se echa mano de la Biblia y de Romanos 13 para justificar políticas inmorales, como por ejemplo, la esclavitud.
Y es indignante que Sessions hable de “leyes” cuando no hay ninguna que establezca que los niños deben ser separados de sus padres al ser detenidos en la frontera. Pero al “moralista siervo de Dios” Sessions no le importa mentir porque sigue el libreto del Mentiroso en Jefe, el presidente Donald Trump, quien el viernes declaró a la prensa que “odio ver que se lleven a los niños”, pero “los demócratas tienen que cambiar su ley. Es su ley”.
Eso es mentira. No existe ninguna ley que ordene que se separe a los niños de sus padres cuando estos son detenidos en la frontera. Los menores que llegan solos a la frontera son detenidos. Cuando llegaban con sus familias, la práctica era mantenerlos juntos, pero en el gobierno de Trump eso cambió. El gobierno alega que la cruel práctica servirá para disuadir a otros inmigrantes de arribar a la frontera sur. Eso quizá ocurra momentáneamente. Pero el terror de que maten a sus hijos en sus países de origen es más poderoso que las inhumanas políticas de Trump.
Según la Prensa Asociada, citando cifras del Departamento de Seguridad Interna, entre el 19 de abril y el 31 de mayo, 1,995 niños fueron separados de 1,940 adultos. La política de cero tolerancia fue anunciada por Sessions en abril, pero aparentemente venía aplicándose a menor escala desde el año pasado.
En la administración Trump todos los indocumentados detenidos en la frontera serán procesados criminalmente, no de manera administrativa. Eso quiere decir que si arriban con niños, al ser referidos para ser procesados criminalmente y enviados a cárceles federales, se determina que los niños se tornan en menores no acompañados que deben ser detenidos sin sus padres bajo la custodia del Departamento de Salud y Servicios Humanos.
Reportes indican que la práctica de cero tolerancia también se ha aplicado en casos de migrantes que se entregan a las autoridades migratorias para solicitar asilo, como estipula la ley.
¿Qué busca el gobierno de Trump con esta política? Ellos argumentan que buscan disuadir a los indocumentados para que no vengan, aunque conociendo la animadversión de este presidente y de sus asesores hacia los migrantes procedentes de naciones pobres, particularmente de América Latina, es evidente que hay matices racistas en esta política.
Así las cosas, a Trump y a su racista asesor Stephen Miller no les tiembla la mano para traumatizar niños ya marcados por la brutal travesía hacia la frontera y tomarlos como rehenes para presionar a los demócratas a aprobar su agenda antiinmigrante de muros, reducciones en los niveles de inmigración documentada y dificultar la obtención de asilo, entre otras cosas. Sus facilitadores republicanos en el Congreso son sus cómplices.
Trump puede poner fin a esta crueldad unilateralmente, pero ¿cederá a la presión incluso de algunos de los sectores religiosos que lo han apoyado y justificado a cada paso de su amoral mandato, pero que han condenado esta política de cero tolerancia? Me sorprendería si Trump revierte la orden.
La separación familiar de Trump es quizá la manifestación más cruel de un gobierno en bancarrota moral a todos los niveles.
Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice