Ya uno no sabe cómo enfatizar que las elecciones tienen serias consecuencias, sobre todo si permitimos que la apatía y el desgano eviten que no se vote y quienes tengan una agenda extremista lo hagan con singular entusiasmo. Es un esquema político-electoral que se ha ido autodiseñando cíclicamente y que contradice en el fondo la esencia de toda democracia participativa. Pero que eso suceda en Estados Unidos, emblema del voto universal, es por lo menos paradójico y contradictorio.
En efecto, sucede que nos encontramos ante un cuadro similar al de 2016: el expresidente Donald J. Trump se perfila como el favorito para ganar la nominación republicana a la presidencia en 2024 ante un titular demócrata, Joe Biden, que enfrenta retos incluso de parte de muchos de sus correligionarios que no están tan entusiasmados con su candidatura; pero no parecen entender el peligro que Trump 2.0 representa no solo para los inmigrantes que ha jurado perseguir y deportar, sino para las libertades de todos y para la propia democracia.
En ese sentido, hay que entender desde ya que Trump y su asesor principal, Stephen Miller, vienen con el cuchillo entre los dientes, pues en materia migratoria proponen detenciones y deportaciones masivas de indocumentados, tratando de seguir nuevamente el guion de Ike Eisenhower y su “Operación Espalda Mojada” de los años 50; el retorno del Título 42, cancelar el TPS, el regreso de la Tolerancia Cero, negar la ciudadanía a niños nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados, e imponer una prueba ideológica a los solicitantes de visa, entre otras cosas.
Precisamente son los inmigrantes quienes en primera instancia se han dado cuenta de esta otra vuelta de tuerca de la historia reciente de este país desde 2016, pues son los que ya han padecido la separación de familias en la frontera en la era de Trump; son los que han recibido infinidad de insultos racistas en lugares públicos; y son los que han puesto los muertos ante los ataques con armas de fuego de supremacistas desequilibrados que siguen la “ideología” de Trump y del movimiento MAGA. Son, a final de cuentas, los que vuelven a ser atacados desde el discurso trumpista.
Por eso es urgente y necesario hacer memoria: en 2016 Hillary Clinton ganó la nominación presidencial demócrata tras una cruenta primaria contra el senador de Vermont, Bernie Sanders. Tan sangrienta fue, que muchos seguidores de Sanders optaron por no votar en 2016, pensando que Clinton tenía la presidencia asegurada y subestimando el peligro de Trump. Aclaramos que esa no fue la única razón para la derrota de Clinton, pero sí incidió.
Ya sabemos lo que pasó y lo traumático que fueron los cuatro años de la presidencia de Trump, sobre todo para los inmigrantes, sus hijos, las mujeres y las comunidades de color. Y su salida por demás violenta con un ataque al Capitolio federal, donde sus huestes enardecidas quisieron bloquear que se certificara el legítimo triunfo de Biden. Ese solo hecho debería tener tras las rejas por sedición a un expresidente que actúa como si estuviera por encima de la ley, y que estuvo a punto de destruir el experimento democrático más emblemático de Occidente hasta este momento. Y ahora vemos que no detendrá su intento.
De tal modo que si Trump fuera el nominado y pierde otra vez ante Biden, hay que estar listos para las barbaridades que tanto él como sus seguidores quieran intentar si reclaman una vez más que les “robaron” las elecciones. A fin de cuentas ya sabe el camino y el respaldo que tiene.
Si Trump es el nominado y gana, ya ha dejado más que claro que viene a completar lo que no pudo en su primer mandato, porque pisoteó tantas leyes en el proceso, que el grueso de sus maquiavélicas propuestas fueron frenadas en los tribunales. Y ahora no solo los inmigrantes estarían en peligro, sino en realidad el grueso de la población estadounidense y sus derechos.
Pero muchas cosas han cambiado. Trump tuvo la oportunidad de nominar jueces con ideas afines en tribunales de diversa instancia, incluyendo la Corte Suprema, y eso es una carta a su favor en sus intentos de implementar políticas extremistas. Quiere rediseñar, por supuesto, un país hecho a su medida, afín a sus convicciones supremacistas, que al mismo tiempo son crueles, inhumanas, radicales y extremistas, pero que se han convertido en el catálogo de “principios” que su ejército de leales defienden y siguen al pie de la letra, con el fin de destruir todo vestigio de democracia.
Trump y Miller, artífice de las más nefastas propuestas en materia migratoria, han tenido la oportunidad de ir afinando dichas medidas para tratar de garantizar que la próxima vez prevalezcan.
Pero aunque no progresaran, el hecho de que se propongan y sean implementadas ya representa de por sí un trauma para una población inmigrante que aun en la era post Trump no ha tenido un verdadero alivio migratorio, con excepción de algunos grupos que han recibido el TPS y los refugiados que han logrado permisos humanitarios. Pero los 11 millones han tenido que seguir sobreviviendo.
“Les prometo que erradicaremos a los comunistas, marxistas, fascistas y a los rufianes de la izquierda radical que viven como alimañas dentro de los confines de nuestro país y que mienten, roban y hacen trampa en las elecciones”, declaró Trump en New Hampshire, en un evento en “honor” de los veteranos de guerra,
Y no es únicamente la larga lista de barbaridades que quiere implementar, sino que al proponerlo utiliza el lenguaje de nazis y fascistas como Adolf Hitler y Benito Mussolini llamando “alimañas” a quienes no piensen como él o diciendo que los migrantes “envenenan la sangre” de Estados Unidos. Se dice que quien no conoce su propia historia está condenado a repetirla. La cuestión es que infinidad de seguidores de Trump sí conocen esa historia, pero aun así están decididos a repetirla, incluso con euforia, como lo demuestran en los actos públicos del expresidente, una especie de “Frankenstein político” de nuestra era.
Bien dice la frase de que si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces, la culpa es mía. A estas alturas todos deberían saber lo que supone el retorno de Trump.