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Vender el alma al diablo

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Estábamos a punto de grabar un programa especial de televisión sobre la reforma  migratoria y no podíamos empezar porque el senador Chuck Schumer, de Nueva York,  no colgaba el celular. Pero ninguno de los otros tres senadores que lo  acompañaban -Bob Menendez, Dick Durbin y Michael Bennet- se atrevían a  interrumpirlo. Yo tampoco. Schumer estaba contando por teléfono el número de  senadores que apoyarían una nueva enmienda para “militarizar” la frontera de  Estados Unidos con México y el asunto era demasiado importante como para pedirle  que colgara. Cuando por fin lo hizo, nos enteramos de la negociación que había  ocurrido a puertas cerradas.