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El fin de una marcha, el inicio de una lucha

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Lo han logrado. Llegaron tal como lo habían previsto desde su salida el pasado 15 de septiembre desde un centro de detención en el condado de York, en Pennsylvania, hasta esta ciudad capital. Son las 100 mujeres que recorrieron 100 millas con la esperanza no solamente de coincidir con el arribo del Papa Francisco, sino de pedirle en lo posible que interceda por ellas y sus familias, afectadas directamente por ese cada vez más grotesco fantasma de la deportación, de la separación de familias, de la dolorosa lejanía de sus seres queridos.

Pero ahí estaban anoche, en McPherson Square, sin que el cansancio mermara su entusiasmo, sin que la larga caminata fatigara sus esfuerzos: lo han logrado, y lo saben. Pero también saben que este tramo de su lucha es apenas un comienzo y que en su constancia y continuación radicará el cumplimiento de sus objetivos, de la mano de We Belong Together, organizadora de esta campaña.

Así lo entiende Lourdes Dobarganes, inmigrante mexicana del DF, de La Colectiva de Mujeres de San Francisco, trabajadora doméstica que además cuida ancianos, quien con total convencimiento dice que después de esta marcha “hemos logrado demostrar que hay unión en todo el mundo por resolver el problema migratorio. Queremos libertad, queremos ser vistos como seres humanos, que nuestros hijos tengan mejor educación, que coman bien y que la gente que está cruzando por los desiertos y otras zonas peligrosas ya no sufra lo mismo que nosotras. Ese es el mensaje que queremos dar al Papa y que él mueva hasta el corazón más duro para lograr la reforma migratoria integral y no haya más separación de familias”.

“Cada paso es hacia un mundo de dignidad para los migrantes”, reza el lema de la campaña, y con ello hicieron también una parada en la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde después de reunir más fuerzas espirituales a través del rezo prosiguieron otras tres millas hasta llegar precisamente a McPherson Square, donde ya las esperaba un nutrido grupo de jóvenes estudiantes, representantes de diversas congregaciones religiosas, así como líderes de organizaciones pro inmigrantes para llevar a cabo una vigilia enmarcada por el canto de Sweet Honey in The Rock, a fin de honrar su esfuerzo, para hacerles saber que no están solas.

“Pienso que hubo atención internacional al esfuerzo de estas mujeres inmigrantes que luchan por sus familias de este modo”, afirma Angélica Salas, directora de CHIRLA, al evaluar el efecto de la peregrinación y presente ahí. “Están luchando contra las deportaciones y hacen una petición muy humana y muy legítima con este sacrificio. El país va a escuchar el llamado del Papa pero al mismo tiempo va a escuchar la voz de estas mujeres, que está llena de dignidad”.

Eso es algo en lo que coincide Eliseo Medina, ex secretario tesorero de SEIU y actualmente con Mi Familia Vota, como parte de quienes dieron la bienvenida al grupo: “Esto llama la atención del pueblo estadounidense en el sentido de que hay una crisis humana y de que el sistema migratorio del país no funciona. Después de 100 millas han logrado hacer tomar conciencia de esa realidad y al mismo tiempo esto sirve para contrarrestar ese discurso venenoso y antiinmigrante de las campañas, pues una marcha así no es una amenaza, es algo noble, como noble es el pueblo estadounidense. Eso ayudará a presionar al Congreso. Así se fortalece el compañerismo de la gente. Date cuenta, tenemos a miles de César Chávez en cada una de estas mujeres, que se están convirtiendo en agentes del cambio para un mejor futuro en este país”.

En efecto, su peregrinar no ha sido en vano. Han llamado suficientemente la atención como para que quede en el olvido. Y es precisamente este tipo de actos de arrojo y de valentía los que siempre quedan marcados en la historia, como lo dijo en su momento ante el micrófono Andrea Cristina Mercado, de We Belong Together, en el sentido de que se trata de un acto de sacrificio y de amor por las 11 millones de personas sin documentos, a través de este grupo de mujeres “inspiradas por el mensaje del Papa de compasión y dignidad para los migrantes”.

El acto simbólico de bendecir los pies de las mujeres tras caminar 100 millas reflejó al final que la sanación física y espiritual de las 100 peregrinas es una etapa más en esta lucha que han emprendido, pues ellas representan, de hecho, a esos más de 11 millones de indocumentados que no esperan de brazos cruzados a que “algo pase”, sino que con esta marcha se han convertido en protagonistas de su propia historia. También saben que de otro modo no sería posible: “Hemos aprendido muchas cosas con esta peregrinación”, dice por su parte Lucía Méndez, quien trabaja limpiando oficinas en Nueva York.

Añade esta mexicana del estado de Morelos que lleva 20 años viviendo en Estados Unidos: “Hemos aprendido a estar juntas, a saber lo que es la convivencia, la unión. Nunca pensé en tener a tantas mujeres luchadoras cerca de mí. Eso me da fuerza para seguir luchando, para no detenernos”.

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