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Reforma Migratoria: El gran dilema

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El dilema migratorio va más o menos así: la administración de Barack Obama y muchos demócratas temen que cualquier acción ejecutiva para aliviar las deportaciones eche por tierra las posibilidades de obtener la reforma migratoria por la vía legislativa, lo mismo que dicen los republicanos que, a su vez, bloquean en la Cámara de Representantes la salida legislativa requerida. Para romper el círculo vicioso se requieren voluntad y agallas.

Es sabido que las fichas de este juego de ajedrez sólo se mueven por cálculos políticos. La inacción, la acción y la percepción de acción son elementos que cada partido explota a conveniencia.

Estos servidores públicos, a ambos lados de la Avenida Pennsylvania, fueron electos “para tomar decisiones y para resolver problemas”, y cito al presidente de la Cámara Baja, John Boehner, republicano de Ohio.

Pero les resulta más cómodo y menos controversial evadir esas decisiones. Es más sencillo recriminarse por la inacción y repetir sus débiles argumentos en ruedas de prensa, discursos y eventos de recaudación de fondos.

Y sus actuaciones son dignas de películas de bajo presupuesto.

La semana pasada Boehner se burló, con todo y gestos y voz de niños malcriados, de los integrantes de su bancada republicana que no tienen “apetito” para abordar la reforma migratoria.

Su actitud, dijo Boehner, es: “Oh, no me hagas esto… Esto es demasiado difícil”. Y agregó: “Somos elegidos para tomar decisiones y para resolver problemas, y es increíble para mí cómo muchos de mis colegas simplemente no quieren. Van a tomar la vía del menor esfuerzo”.

¿Increíble? Lo increíble es que esto lo diga el presidente de la Cámara Baja que sin ejercer ningún tipo de liderazgo ha permitido que una minoría ruidosa controle la agenda legislativa, tome como rehén a la reforma migratoria y mantenga al Partido Republicano enterrado como alternativa para los votantes latinos.

La pregunta es qué se trae Boehner entre manos con este comentario, porque a pesar de la burla no hay visos de que la Cámara Baja se apreste a debatir proyectos migratorios antes de las elecciones de medio tiempo este año. Y su segundo, el líder de la mayoría republicana, Eric Cantor, de Virginia, también se echó su teatrito migratorio la semana pasada tras una llamada que le hizo el presidente Obama. Cantor, la esperanza del Tea Party, bajo presión de los ultraconservadores de su estado y de la Cámara Baja, envía señales de mano dura en inmigración. Dejó en claro que hasta que Obama no se gane la confianza de la bancada republicana de que aplicará las leyes debidamente, no habrá reforma. O sea, nunca.

¿Qué piensa hacer Boehner? ¿Enfrentar al Tea Party de su bancada? ¿Es que piensa retirarse y le importa poco enfrentar a los extremistas que están locos por tener otro presidente cameral más alineado con sus posturas? No creo. Al menos a corto plazo Boehner tiene en mente mantener la mayoría de la Cámara Baja y aparentemente su puesto, el mismo puesto que congresistas como Raúl Labrador, republicano de Idaho y otro amotinado del Partido del Té, dijo que Boehner arriesgaría en caso de promover un plan de reforma este año.

A Labrador, de hecho, no le hizo gracia el jab de Boehner: “El problema es Obama, no los republicanos de la Cámara Baja… El presidente cameral Boehner debió hacer ese punto en lugar de criticar a las personas que se supone dirija”, dijo Labrador.

En la misma Cámara Baja está la minoría demócrata que fue mayoría en los primeros dos años de la presidencia de Obama y no impulsó la reforma. Obama, por su parte, carga la cruz de las dos millones de deportaciones que a los republicanos les parecen insuficientes y a los grupos pro reforma la gota que colmó la copa.

Cuando de la reforma migratoria se trata, Obama lleva casi seis años apaciguando extremistas con la presunta intención de lograr que apoyen la reforma migratoria, y en su intento lo que ha logrado es separar familias y defraudar a millones de hispanos que con su voto lo eligieron en 2008 y lo reeligieron en 2012.

Esos votantes hispanos, muchos de los cuales son familiares, amigos y conocidos de indocumentados, han esperado pacientemente por la reforma que no llega.

Si de sortear estrategias se trata, ya es hora de que Obama utilice su poder ejecutivo para hacer algo en favor de la comunidad que ayudó a elegirlo y reelegirlo sin pensar que puede herir las “sensibilidades” de la mayoría republicana cameral que, aunque él haga lo que haga, no tiene planes de colaborar para conceder a Obama victorias legislativas. Y si en noviembre mantienen la mayoría republicana en la Cámara Baja y recuperan el Senado, son menores las posibilidades de que una reforma amplia con vía a la ciudadanía vea la luz del día en los próximos dos años.

Si no se vislumbra una oportunidad de avanzar la reforma por la vía legislativa, Obama debe ofrecer una salida ejecutiva vigorosa que vaya más allá de meros ajustes administrativos.

Su legado y su Partido Demócrata se lo agradecerán en el 2016.

Maribel Hastings es asesora ejecutiva de America’s Voice