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El ‘segundo aire’ de los antiinmigrantes

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El resurgimiento de figuras públicas tan marcadamente antiinmigrantes como Pete Wilson, ex gobernador de California e impulsor de la infame Proposición 187 con la que a mediados de los 90 del siglo pasado intentó hacer la vida imposible a los indocumentados de su estado, comprueba una sola cosa: que el lado más xenófobo de la sociedad estadounidense está de regreso y más que dispuesto a retomar su segundo aire.

No importa que Wilson le haya dado su respaldo a otro antiinmigrante como Ted Cruz; lo más lógico habría sido que apoyara a Donald Trump, el instigador número uno de esta nueva ola de odio que ha permeado a la sociedad de costa costa.

Pero eso es lo de menos: un racista tiene ahora de dónde escoger… y le sobrarían ejemplos.

Wilson no es el único que ha vuelto a asomar la cabeza para aprovechar el momento y salir de las sombras donde se encontraba agazapado, como “El Diablo” contando los días de su retorno y saboreando una posible “venganza”. A él se han unido voces tan extremistas como la del Ku Klux Klan, grupo que ha entendido a la perfección ese dicho popular tan socorrido en estos tiempos: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.

En efecto, eso es lo que ha ocurrido con todo ese segmento antiinmigrante, que se ha envalentonado para reivindicar posiciones perdidas y la idea de una nación que hace mucho tiempo dejó de existir y que se convirtió en una que ha intentado dejar atrás odios y resentimientos, discriminación y rechazo.

Para ellos, al parecer, eso no debió ocurrir nunca. Y han regresado para hacérselo saber a la nación y al mundo.

Es decir, en lugar de conformar un bloque dispuesto a avanzar con el país, han preferido enfocar sus armas, su retórica, en contra de un sector que les parece el más vulnerable, el que pueden utilizar como chivo expiatorio, el que pueden ofender, burlarse de sus integrantes y su cultura, aglutinando cada vez más gente dispuesta a demostrar ese odio contenido por tanto tiempo. Las manifestaciones de apoyo a Trump y a Cruz son en verdad de terror.

La “vuelta de tuerca” que este extraño momento está significando para la historia de Estados Unidos como nación ha derivado en un peligroso sentimiento antiinmigrante, ante el cual no queda más remedio que reagruparse de este lado también, pero con inteligencia, evitando caer en provocaciones de violencia, tan fáciles de brotar, pero tan difíciles de contener.

Seguramente Wilson, el KKK y otros muchos personajes antiinmigrantes tendrán sus nuevos 15 minutos de fama en este ciclo electoral; pero también con toda seguridad, ese otro sector consciente de la sociedad estadounidense impedirá, con cordura, civismo y votos, la imposición de la intolerancia, que aún da coletazos desesperados por reclamar un espacio en un tipo de nación en el que ya no cabe. Ni quienes la enarbolan, ni su discurso de exclusión, ese con el que abanderan una “lucha” ciega, como si con ellos empezara y terminara la historia de Estados Unidos.