tags: Análisis

Reforma Migratoria: Del dicho al hecho

Compartir este:

15/02/10 a 2:01pm por Maribel Hastings

La semana pasada la presidenta de la Cámara Baja, la demócrata Nancy Pelosi, refrendó su compromiso con una reforma migratoria amplia que ha tenido el apoyo de su colega republicano de Florida, Lincoln Díaz-Balart, quien anunció su retiro, pero espera, afirmó, que Pelosi lleve al pleno un proyecto de reforma migratoria amplia.

Es más fácil decir que hacer.

Pelosi y el resto del liderazgo demócrata siempre se han escudado en que el Senado tiene que actuar primero.

Pero quienes esperamos a que el presidente del panel senatorial de Inmigración, Charles Schumer, senador demócrata de Nueva York, presente, de hecho, una medida, según él, de apoyo bipartidista, hemos tenido que buscar una silla porque de pie nos estamos cansando. La espera data desde su promesa de presentarlo el año pasado, en septiembre, para el Día del Trabajo.

Entendemos que es muy cierto aquello de que el hombre propone, y en este caso, las circunstancias políticas disponen.

Barack Obama propuso y prometió no sólo una reforma migratoria sino una de salud y muchas otras cosas en medio de una economía deprimida y lidiando con oposiciones republicanas y demócratas a cada paso. Si usted le pregunta a algún demócrata, sobre todo de la Cámara Baja, dirá que es Obama el que no ha enfrentado debidamente al Senado donde han ido a estancarse o a perecer medidas avanzadas en la Cámara de Representantes.

El Senado, a la mitad de febrero, sigue enfrascado en una pelea por la reforma de salud y ahora por un plan de estímulo económico y creación de empleos. Con todo, los grupos pro reforma siguen presionando y recordándole a los líderes las promesas formuladas en el 2008, y que este año hay elecciones de medio periodo.

Al tema migratorio lo rodean una serie de cálculos políticos, a veces desatinados, que entorpecen lo que debería suponer una buena oportunidad para hacer un bien social, para ayudar a nuestra economía, y para acumular preciados puntos políticos con una comunidad y un sector electoral, los hispanos, que pueden ayudarlos a mantener mayorías, en el caso demócrata, o a volver a la palestra nacional, en el caso republicano.

La Cámara Baja, con su mayoría demócrata sostenida en moderados y conservadores de la clase del 2006, frunce el ceño en año electoral, o no electoral, cuando se vislumbra la discusión de una reforma migratoria que ellos temen les cueste el escaño.

Y como en elecciones de medio tiempo el partido del ocupante de la Casa Blanca siempre pierde escaños, estarán tratando de minimizar el daño evitando lo que consideren controversial. El viernes un sondeo del Pew Research Center encontró que el sentimiento anti titular entre los votantes es similar a elecciones de medio periodo en 1994 y 2006, años en que el Congreso cambió de mando.

De ahí que Pelosi diga que apoya la reforma y que se opone a las redadas, pero hasta ahí.

Díaz-Balart, por su parte, es una anomalía dentro de su Partido Republicano, un legislador que ha dejado su marca en medidas migratorias y que ha apoyado la reforma migratoria integral.

Me pregunto si ahora que ya no busca la reelección y que no tiene ataduras, enfrentará a los recalcitrantes de su Partido Republicano en la Cámara Baja que han entorpecido un debate racional del tema migratorio y en el proceso han ofendido a toda la comunidad hispana; si ejercerá liderazgo para convencer a otros de apoyar una medida que no sólo llena necesidades humanitarias y familiares, sino que supone beneficios económicos para el país, y políticos para su partido.

Pelosi, la demócrata, dice que quiere la reforma migratoria, y Díaz-Balart, el republicano, dice que quiere trabajar este año para que Pelosi lleve esa reforma al pleno.

En teoría suena muy bien. Demostrar la voluntad política y el valor para ir más allá de las palabras y llevar la teoría a la práctica, sonaría mucho mejor.